Velasco, Larraín y Camus: los protagonistas y sus intentos por contener la subprime
La crisis encontró en Chile un sistema financiero con suficientes reservas para hacer frente a la falta de liquidez, pero la recesión fue más fuerte a lo esperado. Exautoridades de la época destacan las medidas que se tomaron y las lecciones aprendidas.
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Wall Street pone freno a las caídas de las últimas jornadas y el S&P 500 gana 1,4%. El mercado recibe con esperanza los rumores de que, tal como hizo con Bear Stearns, el Departamento del Tesoro y la Fed están impulsando la venta de Lehman Brothers, con Bank of America como potencial comprador. A eso se suma una aparente estabilización de los precios de las materias primas. Hasta ese día de 2008 el petróleo acumula una caída de 30%.
Exactamente hace 10 años el mercado local se declaraba en espera. Ese día, el 11 de septiembre de 2008, el IPSA registró un alza de 0,84%, en un acto casi de inercia, pues nadie se atrevía a vaticinar cómo venía la mano para el sistema financiero local. Las noticias eran confusas y se reproducían desde Estados Unidos continuamente. A esto se sumaba que no estaba siendo un buen año para la bolsa local. La baja en las materias primas era el principal factor tras la caída de casi 10% que acumulaba el IPSA desde enero de ese año.
Sin embargo, Juan Andrés Camus, entonces presidente de Celfin Capital (luego BTG Pactual Chile) y hoy presidente de la Bolsa de Comercio de Santiago, destaca cómo la semana anterior a la quiebra de Lehman Brothers la bolsa local subió alrededor de 2%.
Según Camus, aunque había conciencia de que cualquier crisis podría golpear a Chile, por ser una economía abierta, dominaba la idea de que estaba contenida fuera del país: “Había mucha preocupación por lo que estaba aconteciendo en Estados Unidos. Sin embargo, como el problema de fondo estaba relacionado a los bonos hipotecarios emitidos en ese país, el impacto no era directo”.
Pero las firmas chilenas no pudieron evitar ser víctimas de la ola de desconfianza que invadió al sistema financiero mundial. “El mercado está seco. Es como si el dinero hubiese desaparecido”, comentaba un gerente de inversiones el 16 de septiembre de 2008. Ese día el IPSA cayó 2,57%. El exministro de Hacienda, Andrés Velasco, lo explica como una crisis de liquidez de dólares que se produce por la desconfianza en el mercado. Hacienda reaccionó repatriando US$3.000 millones que estaban depositados fuera del país y el Banco Central inyectó liquidez a través de licitaciones de divisas por US$2.000 millones, para que la banca local mantuviera abierto el financiamiento a las empresas.
“Esa es una importante diferencia a, por ejemplo, la crisis del ‘98. Aquí la crisis de liquidez se debía a razones externas no domésticas. Hubo ajuste brutal del precio de los activos, pero la respuesta de las autoridades fue rápida y coordinada”, explica Guillermo Larraín, exsuperintendente de Valores y Seguros.
En una presentación ante el Senado, el 8 de octubre de 2008, el entonces presidente del Banco Central, José de Gregorio, entregó pistas de que el gobierno había previsto una crisis desde varios meses antes. Esto explica por qué el BC se embarcó en un proceso de aumento de US$5.750 millones en reservas internacionales desde abril de ese año, en un plan que sólo se interrumpió una vez que estalló la crisis cinco meses después.
Larraín era también miembro del Foro de Estabilidad Financiera del G-20 y como tal supo desde principios de 2008 que la crisis hipotecaria amenazaba con convertirse en algo más grave. Velasco confirma que ya en marzo parecía claro que llegaría una crisis más o menos mayor. Para entonces BNP Paribas ya había tenido que cerrar fondos expuestos a estos activos, y en febrero el gobierno británico tuvo que nacionalizar Northern Rock. Esas eran señales de que la crisis no solo afectaba a Estados Unidos.
“Las reuniones entre Hacienda y el Banco Central comenzaron a ser semanales, viernes o lunes por la mañana. La idea era mantener un monitoreo constante”, recuerda Velasco. Una de las primeras medidas que se había tomado era elaborar un calendario de las deudas que empresas y bancos chilenos tenían en el exterior, con sus montos y fechas de vencimiento. Las obligaciones externas acumulaban US$13.000 millones y eran sobre todo de mediano y largo plazo. El monto representaba alrededor del 60% de las reservas internacionales.
El verdadero golpe
Pero del efecto en el mercado financiero se pasó a la denominada economía real. Para la primera semana de octubre Holanda, Alemania, Islandia y otros países europeos habían anunciado rescates bancarios, los primeros bancos centrales del mundo recortaron sus tasas de interés y el gobierno de Estados Unidos consiguió la aprobación de un plan de salvataje bancario. El 10 de octubre, los países del G7 advirtieron que era necesario atacar con mayores medidas la iliquidez que seguía afectando al mercado o se arriesgaba una recesión mundial. La contracción económica llegó y en Chile duró tres trimestres, más de lo que se había previsto. “Para el mercado chileno el mayor golpe no fue el tema financiero después de Lehman, sino la recesión que se derivó (de su quiebra). Cuando Estados Unidos y la Unión Europea se declaran en recesión es cuando llega de verdad la crisis a Chile”, reflexiona Camus.
Las exportaciones se desplomaron desde finales de 2008 y el desempleo se disparó en torno al 10% después del primer trimestre de 2009. El Banco Central se vio obligado a corregir IPoM tras IPoM para dar cuenta de la severidad de la crisis, hasta que finalmente en el documento de mayo de 2009 prevé por primera vez una recesión. La contracción de la economía sumaría 1,6% del PIB en términos reales. El Banco Central respondió con una política monetaria expansiva y Hacienda con un programa de estímulo fiscal de US$4.000 millones, casi 3% del PIB en ese momento. Sin embargo, la oposición (hoy gobierno) criticó lo que consideró una demora en tomar las medidas.
“Las críticas son esperables, siempre la oposición va a aprovechar para atacar al gobierno. Cuando uno lo ve en perspectiva, la experiencia chilena fue bastante buena. La combinación de política monetaria y fiscal expansiva y actuación firme de los reguladores fue profesional… Una recesión de tres trimestres fue pequeña comparada a shocks anteriores y a la magnitud de la crisis que teníamos al frente”, analiza Larraín.
Regulación sistémica
¿Aprendió algo el mercado? Los entrevistados para este reportaje hacen una clara diferencia entre el mercado local y sus pares del mundo desarrollado. La regulación existente al momento de la crisis, señalan, era bastante eficiente, por lo que se evitó una toma de riesgo excesiva. Camus destaca, sin embargo, como una lección importante el entender que hay instituciones cuyo tamaño puede llegar a significar un riesgo. El famoso ‘too big too fail’. “Son instituciones que deben monitorearse con cuidado”.
Ya sea por la crisis o no (hay posturas contradictorias), la regulación en el país avanzó hasta finalmente implementar la Comisión para el Mercado Financiero. “En Chile se leyó bien la lección y ahora hay una regulación consolidada y una sola institución que supervisa a todos los actores del mercado. Es un cambio muy importante”, sostiene Velasco.
Larraín, por su parte, duda que, a pesar de toda su magnitud, la crisis haya generado un cambio en los mercados: “Las lecciones de la crisis es como que no se hubieran aprendido. Los mercados han vuelto a operar a niveles de exuberancia irracional parecidos a los que había antes y las reformas (regulatorias) han sido parciales”.
Lo que viene Mañana
El mundo se endeuda para salir de la crisis
Deuda, la gran adicción de la era moderna. La crisis financiera no puso fin al vicio de gastar más allá de los recursos que se generan. Contrario a las personas, la mayoría de estados y empresas han hecho poco o nada por reducir su endeudamiento. La amenaza de una nueva crisis sigue presente.